En octubre pasado cuando inauguraba su muestra “Misiones... tierra de luz”
Esta es una entrevista que tuve el placer de realizar hace muchos años atrás.
Un ser que admiré inmensamente (y lo seguiré haciendo),
un hombre que se brindó con calidez,
abriendo las puertas de su taller, de su mundo.
Gracias x tanta luz Zygmunt.*

POSADAS. “Soy un enamorado de los paisajes del mundo y de la pintura” dijo convencido el artista Zygmunt Kowalski dentro de su cálido taller en el segundo piso de su casa, ubicada en el Barrio Palomar de la capital provincial.
Entre pinceles, óleos y banquetas salpicadas de pintura, ordenaba algunas de sus “manchas”, como llama a sus bocetos. Kowalski es un hombre sencillo, de constantes sonrisas y buen sentido del humor. Con movimientos de manos acompaña su forma de hablar, pausada, tranquila, y suave que muestra la misma paz que refleja en sus obras. Dueño de una cultura incalculable, a un costado de su taller, un gran mueble con puertas de vidrio alberga numerosos libros, el resto del espacio es ocupado por su arte.
Su atril se sitúa en el centro de la habitación, sus cuadros enmarcados decoran las pálidas paredes y hay “manchas” por todos lados, se respira arte por doquier. Una gran ventana muestra tan sólo el cielo despejado y las copas de los altos árboles, protagonistas infaltables de las obras de Zygmunt Kowalski un artista polaco que fue adoptado por Misiones al azar en el año 1949.
Recuerdos de Polonia
Nació hace 82 años en la ciudad de Torun, Polonia, “Vivía con mis padres y mi hermano menor en la ciudad de Torun, situada a orillas del río Vístula , el principal de Polonia”, aseguró, “a mi padre le gustaba mucho la naturaleza igual que a mí, por eso pinto los paisajes. Nos levantábamos temprano los domingos para ir al parque, a eso de las 5 o 6 de la mañana porque en aquellos lugares en verano el sol sale muy temprano. Recuerdo que había un parque enorme de más de dos kilómetros de largo con una gran vegetación y el río, ahí disfrutábamos de la naturaleza”.
Con respecto a su despertar artístico sostuvo que desde chico le gustaba dibujar, “en la escuela primaria teníamos clases de dibujo y de canto y durante las clases de canto el maestro me decía 'sentate en el último banco hacé todo lo que quieras menos molestar y cantar`, porque tenía una voz muy fea (risas) entonces yo me sentaba en el último banco y dibujaba a mis compañeros”.
Sin embargo, antes de poder adquirir mayores conocimientos sobre eso que tanto disfrutaba, la Segunda Guerra Mundial lo tuvo como uno de sus prisioneros “yo iba a 4° año de la secundaria cuando todo se interrumpió, era un desastre, y con 17 años me llevaron a Alemania, como a muchos otros jóvenes, para realizar trabajos forzados en la industria y agricultura” dijo con un brillo especial en sus ojos como si volviera a sentir toda la tristeza de esos tiempos.
Al terminar la guerra, Zygmunt Kowalski ingresó a la Escuela de Arte de Mannheim –Alemania–, y tres años más tarde, en 1948, emigró a la República de Paraguay, 6 meses después llegó a Posadas en bote con apenas 7 guaraníes en el bolsillo (1 dólar). La particular gama de colores del paisaje misionero lo impactó, de manera que casi lo obligó a permanecer en estas tierras.
Un largo camino
“No fue tan fácil, llegué aquí sin dinero así que tuve que agarrar cualquier trabajo para ganarme la vida”, aseguró Kowalski. En primer lugar, trabajó en un taller electromecánico, a pesar de no tener conocimientos de electricidad. Una vez incorporado el idioma castellano, comenzó a preparar alumnos particulares de inglés y francés, “ahí empecé a dibujar y pintar y eso fue creciendo” recordó “luego me ofrecieron exponer en una vidriera, lo hice y después expuse en un lugar que estaba ubicado sobre la calle La Rioja y Colón, y la muestra tuvo bastante éxito. En el año ’59 me casé, tuve 2 hijos y me puse a trabajar más, la gente ya me compraba cuadros y entonces dejé todo y me dediqué a la pintura” dijo sonriendo el artista.
Pintar paisajes, amar la selva
Zygmunt Kowalski aseguró haber pintado paisajes desde el comienzo a causa de ese amor hacia la naturaleza transmitido por su padre, sin embargo intenta no encerrarse demasiado “he pintado de todo, en Encarnación (Paraguay) hay varias iglesias que tienen mis santos pintados, uno no tiene que pintar una sola cosa porque después se mecaniza y pinta todo igual y pierde el sentido, salvo que quiera hacerlo únicamente para ganar dinero, eso hace que el cuadro no tenga calidez porque es hecho sin sentimientos y se nota que el alma del pintor no está adentro” confió.
Su pintura es netamente figurativa y a través de ella intenta mostrar la belleza del paisaje “para mí la pintura es belleza, a través de ella trato de reflejar la belleza, la quietud y tranquilidad del paisaje, trato de que la gente que mira mi cuadro reciba una agradable sensación de paz sobre todo en este mundo tan tormentoso en el que vivimos” dijo con seguridad “en mis cuadros la parte abstracta es esa paz que refleja y la forma física es la belleza del paisaje de colores agradables” agregó.
Hace 57 años que Kowalski vive en Posadas, y en todos esos años aprovechó parte de su tiempo para recorrer la provincia y dejarse seducir por los paisajes y colores misioneros, hoy lo continúa haciendo con el objeto de plasmarlos posteriormente en sus obras.
Con tristeza el pintor contó la diferencia que existe en la selva de 1949 y la actual “cuando yo llegué, cada árbol era una gran personalidad, uno se iba por el interior y veía árboles con grandes ramas y lianas, eran monumentos, hoy ya no hay eso. Los árboles más grandes se sacaron para hacer madera, está todo lleno de pinos que no tienen ningún encanto. Es un crimen eso. Ahora es difícil encontrar un pedazo de selva” manifestó “la selva tropical está acá y deberían preservarla”.
A la hora de definirse no duda en declararse un amante de la naturaleza “soy un enamorado de los paisajes del mundo y de la pintura. Eso es mi vida la pintura y el mundo, el mundo es hermoso lastima que lo traten tan mal”.
Ante la idea de establecerse en otra ciudad donde su arte obtenga el valor que merece, Kowalski confesó entre risas “pero a mí me gusta acá, yo no soy amigo de ciudades grandes no me gustan”.
Tan intenso como el verde de la selva misionera que lo enamoró desde el comienzo, así de profundo es Zygmunt Kowalski y como él mismo dice, el alma de un pintor se debe ver en cada cuadro y en sus obras se la ve, en sus obras se la siente.
Es la pasión de un fiel admirador de la naturaleza que pisó esta tierra, y como un forastero emprendió un viaje aventurero en medio de la espesura misionera y la supo describir como si fuera su hijo más privilegiado. Pareciera que sólo a él, la madre naturaleza, reveló los misterios y secretos de la virgen selva y de la tierra roja.*
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