miércoles, 1 de abril de 2015

Asunciónico ... Rockaijú!

 Cuando el “Festival más grande de Paraguay” era un rumor, todo posadeño rockero promedio veía incierta la chance de viajar a Buenos Aires para ver a los grandiosos artistas que el Lollapalooza 2015 prometía en su line up. Entre el pasaje de colectivo que roza los mil pesos y la gran porción de tiempo que la mayoría se ve imposibilitada de invertir al menos que sea período de vacaciones, todo parecía inalcanzable.

Afortunadamente, como dirían algunos, los planetas se alinearon. Un trato entre la productora argentina encargada de desplegar el gran festival de Perry Farrell en nuestro país y un grupo de organizadores paraguayos, nutrió al día 1 del Asunciónico con los mismos números musicales que todos esperaban: Robert Plant, Smashing Pumpkins y Jack White. Ahora sí, con la distancia reducida, el reloj a favor y un cambio de moneda casi accesible, las excusas terminaron en la basura, no quedaba más que llegar a la capital del país vecino el jueves 19 de marzo.

El tránsito caótico de la ciudad, la Pilsen, la chipa más rica del mundo, la cadena sin fin de puestos de venta ambulante y el trato cordial de los paraguayos dieron la bienvenida. En inmediaciones del Jockey Club, las remeras negras se multiplicaron, a rasgos generales, un mix entre jovencitas dispuestas a bailar al ritmo de Foster The People y treinteañeros saboreando los clásicos de Led Zeppelin.

Al ingresar, una llamativa carpa atrajo a todos, era una exposición de dibujos, grafittis e ilustraciones digitales, realizadas por artistas de Paraguay, nucleados en la Pandilla Guaraní. Además, numerosos auriculares pendiendo del techo, invitaban a disfrutar la música joven de Asunción fuera de los dos escenarios montados a pasos de allí.

Gran parte del público decidió llegar al predio para el atardecer, evadiendo al calor infernal del día, y cuando las primeras bandas ya habían entregado lo suyo. La perfecta sincronización entre los dos escenarios permitió que el público sólo aguarde unos escasos segundos entre un artista y otro. Así pasaron, las locales La de Roberto y Flou, la alternativa St. Vincent, y los neoyorkinos de Interpol. Con fiesta, agitación y melodías precisas, los jóvenes Foster The People y la banda británica The Kooks, calentaron el ambiente dando paso a lo más esperado de la noche.

Corazón convertido en calabaza


A medida que pasan las décadas y la música se va regenerando, se afianza con mejor claridad que los ’90 ya son presa de culto, y si de rock se habla, Billy Corgan es una de las voces principales de esa década en la que los chicos malos sonaban en todas las radios. Por eso, la actuación de Smashing Pumpkins era tan esperada.

Sin preámbulos, iniciaron su show en Paraguay con un crudo “Cherub Rock”, desprendido de aquel aclamado segundo disco Siamese Dream, abriendo paso a una lista que contuvo las canciones más deseadas y explotadas al máximo con Corgan a la cabeza –único miembro original-, el guitarrista Jeff Schroeder –que lo viene acompañando desde hace algunos años-, el bajista de The Killers Mark Stoermer y el baterista Brad Wilk de Rage Against The Machine.

El hit más tierno de las calabazas no tardó en llegar. “Tonight, Tonight”, fue la segunda canción, sobrecargada de toda la energía y melancolía de aquellos años en los que el videoclip, con la luna de Georges Mèliès y un Billy Corgan de galera, rotaba hasta el cansancio en los canales de música. Tracks como “Ava Adore”, “Stand Inside Your Love”, “1979” y “Disarm”, siguieron para aumentar el éxtasis.

Habrá quienes critiquen la antipatía del pelado del grunge, pero tal como ocurre con Robert Smith de The Cure, no se espera circo ni elocuencia, más bien una guitarra precisa y una colmada dosis del buen rock que supieron regalar, y Corgan no privó al público de ese combo infalible. De esto no quedó dudas, cuando Smashing Pumpkins soltó el último eslabón de la lista. El sonido denso de las cuatro cuerdas y la batería salvaje de “Bullet with butterfly wings”, retumbaron en los cuerpos volviendo brutal la despedida.


El dios dorado del Rock & Roll


“Pan y vino, pan y vino, pan y vino, el que no vino al tío Bob ¿para qué vino?”, coreaban exaltados los fanáticos de Led Zeppelin, minutos antes de un show que dejó con piel de gallina a toda una multitud. La apertura fue digna de un ataque al corazón, cuando entre luces violetas llegó Robert Plant para comerse el mundo con la majestuosa “Babe, I’m Gonna Leave You”.

Con 66 años, el dios dorado mostró que sigue siendo dueño de una voz privilegiada, sorprendió con su sencillez y la generosidad con sus Sensational Space Shifters a los que dejó brillar al máximo sobre el escenario. Con una calidad exorbitante soltaron canciones de su disco Lullaby and… the Ceaseless Roar, como “Turn it Up” y “Rainbow”, pero los presentes pedían a gritos las pistas imborrables de la mítica banda de los’70. Y el gran Bob cumplió.

Sonaron versiones frescas con matices étnicos de “Black Dog”, “Going to California”, “Whole Lotta Love”, elevando al máximo el delirio que explotó en un baile polvoriento con la irresistible “Rock and Roll”, broche de oro para un show inolvidable.

El rock no está muerto


Plant dejó en el público la sensación de haber muerto con la última canción y Jack White tuvo la ardua tarea de revivir lo que parecía irremediable. Con fuerza, sin pausa y junto al batero Daru Jones y Lillie Mae Rische en violín y teclados, el guitarrista enfrentó su misión.

Canciones de sus dos discos solistas: Blunderbuss y Lazaretto cayeron como estridentes dardos sobre el público adormecido. “¿El rock está muerto en Paraguay?”, preguntó provocador para luego arremeter con un puñado de temas de su ex banda White Stripes.


Cuando la sangre volvió a correr en los cuerpos, el inquieto Jack se despidió con el hit “Seven Nation Army”, que en 2003 lo llevó a la cima y lo plantó como la última perlita genuina del rock.

x Lady Vudú

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